Los padres

La figura paterna representa la estructura, el orden, el límite, la autoridad y la proyección hacia el mundo. El arquetipo del padre simboliza la ley y la razón, y en el espíritu, la conciencia. Lo asociamos con el sol, el viento, la patria, el cielo; encarna la jerarquía: en la religión es Dios Padre. Es también la guía y la protección. El padre positivo nos impulsa, nos da dirección y disciplina. El padre de las sombras se caracteriza por el ego, la rigidez y el autoritarismo. ¿Qué percepción tenemos de nuestro padre? ​ Es importante hacerlo sin juicios, recordando siempre que seguimos creencias limitantes e informaciones muchas veces erróneas. Por ejemplo: los castigos que se imponían antes, como arrodillar a un niño en un guayo bajo el sol, eran brutales. Pero no había otra información: se entendía que así iban a ser hombres rectos. Hoy, gracias a la información y la consciencia, sabemos que esas secuelas quedan. Por eso es tan importante comprender los contextos de crianza para entender muchas cosas.

La figura del padre trasciende el mero rol biológico; a menudo, este papel es asumido por otra figura significativa, y lo crucial reside en cómo esa función se estructura en nuestro psiquismo. La presencia y la ausencia de papá dejan una marca profunda: si fue autoritario, puede surgir miedo o bloqueo en la autoexpresión, mientras que su ausencia podría generar un vacío, dificultad en la autoafirmación o en la confianza en la vida.

El vínculo con el padre influye directamente en nuestra autoestima, nuestra capacidad para tomar decisiones y nuestra relación con el éxito, el logro y la autoridad. Desde una perspectiva genealógica, el padre representa la fuerza del clan, el legado masculino y la acción en el mundo, a menudo asociado con el dinero, el trabajo y la realización exterior.

Sin embargo, a veces cargamos con herencias invisibles, repitiendo inconscientemente sus miedos, fracasos o frustraciones, sintiéndonos culpables si nos va "mejor" que a ellos, o incluso rechazándolos y desconectándonos de una parte esencial de nosotros. Reflexionar sobre preguntas como "¿Qué me enseñó papá sobre el mundo?", "¿Qué repito o rechazo de él?", "¿Qué cosas no pude decirle?" o "¿Qué me impide verlo con compasión?" es fundamental para entender este legado.

El acto de honrarlo no es justificarlo, sino liberarse; no se trata de validar todo lo que pasó, sino de comprender que él también fue un hijo, que hizo lo que pudo con lo que tuvo. Es un acto de compasión que nos permite sanar nuestras propias heridas.

Integrar al padre dentro de ti es un camino hacia la sanación, recuperando nuestra capacidad de avanzar, sostenernos y confiar en nuestra fuerza interna. Cuando logramos integrar a papá desde la comprensión, no desde la idealización ni el rechazo, algo en nosotros se ordena, permitiéndonos tomar la vida con ambas manos, la de mamá y la de papá, sin aferrarnos al pasado. Hoy, más allá de un abrazo físico o un simple recuerdo, te invito a mirar a tu padre con compasión, a ver en él al hombre que también fue niño, con sus miedos, mandatos y heridas. Honrar a papá es honrar tu propio camino, es dejar de exigirle lo que quizás nunca recibió, perdonarlo sin justificarlo y, sobre todo, liberarte para vivir tu propia historia. Como señaló Sigmund Freud: "El hombre no sería hombre si no fuera capaz de reconocerse a sí mismo en el espejo de su propia conciencia."